lo más coherente

segunda mitad del segundo (cuarto) semestre.

entonces... la semana anterior a mi cumpleaños, el fin de semana para ser más específico, me fui a Valparaíso, a los mil tambores para ...

¿Por qué elegí Sociología?

Todos nos hemos cuestionado algo en algún momento; la autoridad de nuestros padres, las reglas del colegio, incluso nuestra propia existencia cuando llegada cierta edad empezamos a cambiar. - ¿Por qué soy como soy?- No nací en cuna de oro y por poco no lo logro, antes de cumplir el año de vida mi madre me llevó al psicólogo encomendada por mi abuela. "Este niño algo tiene", murmuraba sin parar. Sin embargo, ser el primogénito, primer nieto, y haber vivido con mis abuelos hasta casi cumplidos los 12 años me condicionaron a salirme siempre con la mía; sino era de una forma, la conseguía por otra. (Supongo que haber sido criado en exclusiva por mujeres también es un jugoso antecedente.)

Todos nos hemos cuestionado algo en algún momento; por qué las niñas deben hacer algunas cosas y los niños otras. Por qué no puedo jugar con casas de muñecas y me obligan a chutear una pelota, a veces pienso que pude haber sido un gran arquitecto. Al llegar al quinto juego me cambié por primera vez de colegio y al entrar en éste no es muy difícil deducir lo que sigue: a esa edad no imaginaba que existía el patriarcado, pero yo mismo le hice barra para que me dejaran de molestar por sentirme cómodo, incluso seguro, sólo entre mujeres. A tal punto uno pensaría que quedaría con un trauma; no es que quiera dármelas de Zamudio, pero siendo honestos recién empecé a cambiarme de equipo cuando me matriculé en mi tercer colegio, uno sólo de hombres.

Todos nos hemos cuestionado algo en algún momento; sin embargo, a veces pareciera que ese momento llega tarde. Haber ido a un colegio con carga política tan intensa como lo es un emblemático durante movilizaciones siembra consciencia. Una semilla que no germinó hasta cuando ya el movimiento fue sometido, asistía a clases en otro establecimiento y dejé de estar triste desde que habría los ojos hasta que los cerraba. Con el exilio sólo se lidia de dos formas: una implica terminar más deprimido de lo que estabas antes de cambiarte de casa, la otra seguir de manera autónoma e independiente los típicos consejos que aparecen en un mal libro de Pilar Sordo. Elegí la segunda -sin leer- y mientras hacía amigos tomé consciencia del cambio.

Las realidades diferentes te abren mundos, eso aprendí años atrás, pero no me había hecho sentido hasta la primera clase de filosofía cuando noté el desinterés de mis compañeros por aquello que no comprendían. Ver la sociedad, ya no desde la calle, sino desde los ojos de quien maneja una Hummer mi hizo contemplar la panorámica completa, y aquello sólo me inquietó más. Pasé de estar en las trincheras a las bancas como espectador. Vi movimientos siendo reprimidos a través del televisor, y quizá fue eso lo que finalmente despertó en mí el ansia de entender. Entender por qué los estudiantes, profesores y trabajadores debían ser reprimidos en marchas invisibles para los ojos de quienes no quieren ver. ¿Por qué tanta la distancia entre ricos y pobres? ¿Por qué unos piensan de forma egoísta y otros dan su vida por una causa? Quizá el egoísmo es igual de válido que el altruismo, quizá no. De lo que estaba seguro era que los libros de historia no responderían mis dudas.

Todos nos hemos cuestionado algo en algún momento; un año atrás mi clase favorita era filosofía. Con ella conocí mundos, construí utopías, y entendí más de una cosa. Me sentí encontrado, no obstante, lo que tenía en mi cabeza no calzaba con lo que mis ojos desolados criticaban. Al final igual sentí el vacío. Me había perdido por última vez y mis opciones se limitaron a tan sólo darme más tiempo para buscar con qué llenar aquél vacío, estudiar algo indeciso no era opción.

Dar la PSU, sacar el puntaje y entrar a la carrera que quieres suena fácil, y quizás lo sea, pero cuando no sabes qué hacer con tu vida es esperable que se complique. Conocí sociología un mes antes de la fecha límite. Luego de absorber, preguntar y dar cara a la presión del apocalipsis, rendí la prueba entregado a la vida, al destino como suelen llamarle. Sin nervios, sin espera.

Todos nos hemos cuestionado y hemos soñado con cambiar el mundo. Yo, sinceramente, sólo quiero entenderlo. Al fin y al cabo, la gente no puede estar toda loca, ¿o sí?

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